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Una piedra en mis manos... es un enigma, esencialmente materia, con un espíritu motor capaz de transponer esa materia y de movilizar mis sentimientos porque sólo yo puedo interpretar y sublimar la diferencia.

María Adela Pon


3 de julio de 2010

Esas piedras, un lugar, un recuerdo...




   Hoy mi amiga, me llevó al pasado, pero un pasado que se vuelve presente cuando yo quiero, y hoy…porque ella quiere, y esto de compartir lo que hace tantos años vivimos en unos días de verano es algo que sólo se siente, no se puede explicar; y cada vez que ese recuerdo aparece siempre se siente de manera especial, quizás porque hay amigos…

   “ Hoy es un día gris y melancólico, típico de los inicios del invierno. Mirando por la ventana, deleitándome con las flores que se resisten al frío, comienzan a aparecer imágenes y recuerdos… y ahí está nuestra común amiga, como siempre…sonriente y expectante a la ocurrencia…y entonces mi mente vuela, vuela…y de pronto se detiene en el último “mini verano” que pasamos juntas.

   Y, oh casualidad! Las piedras de la cascada del Salto de Méndez fueron protagonistas del encuentro. El agua, corriendo y cantando entre ellas, resultó un bálsamo para las tórridas tardes de Gualeguaychú.

   Como si hubieran estado estratégicamente dispuestas para nosotras, nos ofrecían, generosas, el más reconfortante hidromasaje mientras nos contábamos historias y reíamos estrepitosamente recordando anécdotas, personas, personajes…

   En la orilla, a la sombra de los árboles, los maridos preparaban las brasas para el asado…

   Cuando algo es tan bien aprovechado y disfrutado, ¡que importa si es lo último…! siempre estará la magia para desempolvarlo y volver a arrancarnos risas, aunque sea entre lágrimas.”
Ana María Latuf

   Y al leer estos párrafos los sentimientos comienzan a movilizarse…. aunque esta vez ese espíritu motor no está en una piedra que está en mis manos, sino en un montón de ellas que están en mi recuerdo…

   ¡Las piedras del Salto de Méndez! Lugar paradisíaco cuyos famosos saltos se forman sobre el río Gualeguyachú ; a orillas de ese río se encuentra la “ciudad de los poetas” como se la denomina a mi Gualeguychú natal, la ciudad de nuestros encuentros. Cómo no tener atados con hilos de añoranza río y ciudad si ahí están las raíces de nuestra amistad. Cómo no llevar en el alma prendido el reencuentro de ese día con esas cascadas si Ana y yo nunca más volvimos a verlas, tal vez porque nada fue igual para nosotras desde que Chiche nos dejó…para ir a vivir bajo otro cielo.

   Río, ciudad, historias de vida…, piedras que ayudan a evocar recuerdos, imposible perderme la oportunidad de traerlas imaginariamente al presente, para permitirle a ese motor que moviliza los sentimientos, que pueda trascender también más allá del tiempo y del espacio.
Tal vez si volviera a ese lugar, esas piedras…

                                                                                                          

                                                                                               María Adela Pon

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